La señal de los cristianos
Hace bastantes años me contaron un cuentecillo breve que a continuación reconstruyo:
Mientras la profesora revisaba los exámenes de religión de sus alumnos, se llevó una sorpresa al leer la respuesta de Pilar a la pregunta «¿Cuál es la señal de los cristianos?».
Casi toda la clase había escrito la previsiblemente correcta respuesta: «La cruz», salvo algún despistadillo que puso el Rosario o, hasta incluso, el Papa.
Sin embargo, la respuesta de Pilar fue distinta. Y no por ello incorrecta, ni mucho menos. Seguramente Pilar, con sus pocos añitos, no era consciente de la profundidad de lo que escribió en el examen. La profesora recordó el pasaje de Juan 13, 35 y, sin pensarlo demasiado, dio por correcta la respuesta de Pilar.
Por cierto, Pilar había respondido: «La señal de los cristianos es amarse los unos a los otros como Jesús nos amó«.
Estos últimos días hemos podido leer en muchos medios de comunicación dos noticias relacionadas con signos cristianos en propiedades públicas:
- La primera, la noticia de la sentencia (que es recurrible1) de un juzgado de Valladolid, ordenando retirar todos los símbolos religiosos de un colegio público de dicha localidad2, dando la razón a un grupo de padres del colegio que solicitó la retirada de los mismos en 2005 y, al no ser atendida la solicitud por la dirección del centro, interpuso una denuncia a través de una asociación cultural denominada «Escuela Laica»3.
- La segunda, la no aceptación por parte del Congreso de los Diputados del colocar una imagen de la beata Madre Maravillas en dicha institución. Para quien no esté al tanto, recordemos que dicha iniciativa surgió, sencillamente, porque la Madre Maravillas nació en uno de los edificios del Parlamento, además de sus innegables contribuciones en favor de los pobres4.
Nunca llevo colgada al cuello una cruz (de hecho, no llevo ni reloj). No es por una falta de sentimiento cristiano, ni porque no valore los signos. Es algo más prosaico… los metales generalmente me producen irritaciones en la piel. Mi casa, no obstante, se adorna con varios signos religiosos: nada más entrar una cruz saluda al visitante, con un «mi casa es tu casa»… cerca, un retrato de mi familia… un poco más allá, un retrato de Óscar Romero… encima de mi cama, un detalle del fresco de la Capilla Sixtina hecho por Miguel Ángel… y en varios sitios, imágenes, recuerdos de mi paso por Honduras, Bolivia y otros lugares, memorias de gente a quien conocí y que me hablaron (con su vida o con su palabra) de una Fe liberadora. Y en mi coche, un rosario en el retrovisor y un pez al lado de la matrícula. Todos esos símbolos hablan de mi identidad.
Me es difícil imaginar porqué la presencia de un símbolo cristiano en un colegio puede violar los derechos civiles de nadie, limite la libertad personal o, incluso, coaccione, como he leído por ahi estos días. No sólo no creo que viole ningún derecho, sino que pienso que el signo del sacrificio de Jesucristo en el madero simboliza los más altos valores morales de entrega, pacifismo, confianza y esfuerzo.
Los cristianos miramos la cruz recordando su desenlace liberador. La cruz sería un fracaso sino creyésemos en la confirmación que Dios dio a la entrega de su Hijo, con la Resurrección. «Si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe, somos los hombres más infelices de la tierra«, escribe san Pablo a los corintios (cf. 1 Cor 15, 12-19).
El laicismo más beligerante desea destruir de lo público toda presencia de símbolos religiosos. Posiblemente no tarde mucho en desaparecer la Biblia y el crucifijo de los juramentos o promesas de los nuevos ministros, otro paso que, sin duda, no sólo no añadiría nada, sino restaría historia y cultura, pero sería el sueño de quienes desean que la religión se limite a la «esfera de lo privado». Quizás, en un posible futuro, no nos dejen a los músicos cristianos cantar en plazas, ni en teatros públicos, como hacemos con cierta asiduidad, reclamando la sentencia de «no insultar» los derechos del no creyente que pasea por la zona. Quizás desaparezca el interesado apoyo institucional al Xubileo, la próxima Jornada Mundial de la Juventud o las procesiones sevillanas de Semana Santa. O quizás no.
Quizás llegue un momento en que el único signo que quede en la esfera pública de la Fe en Jesucristo sean las personas que profesan dicha Fe con autenticidad. Quizás el «mirad cómo se aman» vuelva a tener la actualidad que tuvo en tiempos de Tertuliano, quien nos cuenta en su apología contra los gentiles cómo los paganos, admirados de la fraternidad que se entablaba entre los seguidores de Jesús, murmuraban envidiosos: «Mirad cómo se aman».
Notas:
- Tomado de 20minutos.es: «El portavoz de la Junta de Castilla y León ha anunciado que van a recurrir la sentencia del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 2 de Valladolid que obliga al colegio público Macías Picavea a retirar los símbolos religiosos de las aulas. Los servicios jurídicos han estudiado el fallo y han decidido recurrir para insistir en que, a su entender, es el Consejo Escolar quien tiene autonomía para decidir si se quitan o no los símbolos religiosos. El portavoz de la Junta considera, además, que alguien les tendrá que explicar por qué los crucifijos que cuelgan de una pared en un colegio vulneran los derechos fundamentales y no el que aparece en la mesa en la que los ministros y el propio presidente del Gobierno han jurado sus cargos«
- Tomado de abc.es: «La presencia todavía hoy de algún que otro crucifijo en la pared de alguna escuela o de cualquier otro símbolo religioso católico en el espacio público ha pasado hasta hace unos pocos años más bien inadvertida.
Lo que ha formado parte de las costumbres, la tradición y también del acervo cultural que conforma la historia y la identidad de todo un país se ha convertido de un tiempo a esta parte, y promovido por el avance de una mentalidad laicista introducida en la opinión pública por el propio Gobierno socialista, en la piedra de toque para la confrontación y el desgaste de la convivencia.
Sin embargo, esta vez la polémica no ha llegado desde el Gobierno ni desde el Congreso sino desde una sentencia del Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 2 de Valladolid que ha ordenado la retirada de un crucifijo del colegio público Macías Picavea de la capital castellana leonesa en pro de la aconfesionalidad y neutralidad del Estado.
El fallo señala que, además de otras, “el crucifijo tiene una connotación religiosa” y que su presencia en un espacio común del centro “puede provocar en los alumnos el sentimiento de que el Estado está más cercano a la confesión con la que guardan relación los símbolos presentes en el centro público que a otras confesiones respecto de las que no está presente ningún símbolo”.
De hecho, la sentencia recuerda que el Estado no puede concurrir en calidad de sujeto de actos o actitudes de signo religioso, aludiendo a la “laicidad y neutralidad del Estado”. En caso contrario, estaría vulnerando los derechos fundamentales reconocidos en los artículos 14 y 16, apartados 1 y 3 de la Constitución.
Si bien nuestra Carta Magna reconoce que “ninguna religión tendrá carácter estatal” también obliga en el artículo 16.3 a “los poderes públicos a tener en cuenta las creencias religiosas de la sociedad” y “mantener las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones religiosas”. Lo que para algunos expertos en Derecho Eclesiástico del Estado supone una “laicidad positiva” y no un “código de laicidad al estilo francés”,
Actitud antirreligiosa
Para el profesor en la Universidad de Navarra, Jorge Otaduy, experto en Relaciones Iglesia-Estado, el caso del Macías Picavea es “un ejemplo de libro de lo que supone el mandato constitucional de tener en cuenta las creencias religiosas de la sociedad, en este caso, manifestadas a través del Consejo Escolar, que había decidido mantener de manera explícita el símbolo dentro del aula”.
“No comparto la opinión del juez, ya que no veo un supuesto de inconstitucionalidad”, señaló el profesor, al tiempo que explicó que este tipo de reclamaciones ante la justicia responden más bien a una “motivación ideológica que en el fondo revela una actitud antirreligiosa”.
En Italia cuando surgió este conflicto, el Tribunal Supremo resolvió que la presencia del crucifijo en el espacio público “en el contexto de la tradición cultural y jurídica italiana, no contradecía el principio de laicidad del Estado”.
Sin embargo, para el profesor y teólogo de la Universidad Pontificia de Comillas, Luis González-Carvajal, la forma de resolver este problema en el país vecino no deja de resultar contradictorio para el creyente. “No me resigno a que lo consideremos un símbolo cultural -indica-, preferiría entonces que esté donde están los cristianos que le dan sentido”.
Para el profesor Carlos Corral, catedrático emérito de Derecho Internacional Público de la Complutense, los símbolos religiosos en el espacio público no son un atentado contra la laicidad del Estado. “En España se justifica la presencia del crucifijo porque forma parte de nuestra historia y no puede ofender a nadie y más hoy en día que ha pasado a ser también un símbolo cultural”. - El Consejo Escolar del Centro votó a favor de la permanencia de los crucifijos. Fue entonces cuando un padre llevó el caso a los juzgados, al no estar de acuerdo con la decisión. Paradógicamente, según informó la radio Onda Cero en el programa de Carlos Herrera, parece ser que «La hija del promotor de la retirada de los crucifijos, hará de Virgen María en un Belén viviente escolar«. Vivir para ver.
- Curiosamente, en el país democrático «más poderoso del mundo», Estados Unidos, «en los edificios del Capitolio, incluyendo el que alberga en Washington al Congreso y al Senado norteamericano, hay cien estatuas que representan a grandes personalidades de la historia del país, dos por Estado. Al contrario que Santa Maravillas en España, ninguno ha nacido en el edificio del Capitolio, y de hecho muchos nacieron en el extranjero. A nadie le molesta que entre generales, políticos, inventores y juristas figuren cinco clérigos católicos y otros tantos misioneros y predicadores protestantes. En el centro político del país que inventó la libertad religiosa (redactada como tal por el pastor protestante Roger Williams, padre de la Constitución americana) están las estatuas de dos beatos a punto de ser canonizados.. El padre Damián de Molokai, de origen belga, fue seleccionado por Hawaii, por su trabajo humanizador entre los enfermos de lepra. El franciscano Junípero Serra, nacido en Petra, (Mallorca), fundador de Los Ángeles, San Diego, San Francisco y Sacramento, fue la personalidad elegida por California. En 2004 se confirmó la desaparición inexplicable del cáncer que padecía la señora Audrey Toguchi que abre el camino a canonizar a Damián. Serra podría ser canonizado pronto por hacer nacer sana a una bebé que se preveía deforme y cuyos padres se negaron a abortar. El jesuita Eusebio Kino, que representa a Arizona, fue cartógrafo, cosmógrafo y explorador. Introdujo cultivos y ganadería y organizó a los indios pimas contra los ataques apaches. Quizá sea beatificado en su 300º aniversario, en 2011. Madre Joseph, nacida en Canadá, entró a formar parte de la Comunidad de las Hermanas de la Providencia en 1843. Durante su servicio a enfermos, niños y ancianos, abrió 29 hospitales, colegios y orfanatos. Sus últimas palabras antes de fallecer en 1902 fueron: «Hermanas, todo lo que concierne a los pobres es asunto nuestro». Fue elegida en votación por el Estado de Washington, superando en muchos votos al popular cantante Bing Crosby.
El sacerdote y misionero jesuita francés Jacques Marquette fue capellán de la expedición encabezada por Louis Jolliet hacia el Mississippi en 1673. Son considerados los descubridores del curso superior de este río. Marquette fundó una misión en la tribu Illini, que da nombre al Estado de Illinois. Allí murió de enfermedad.
Otras personalidades con estatua, cristianos protestantes, son el misionero Marcus Whitman, el metodista Jason Lee, el líder puritano John Winthrop, la luchadora contra el alcoholismo Frances Willard o el misionero educador Joseph Ward. Y no falta el primer gobernador de Utah y líder mormón, Brigham Young. Tener fe no descalifica en el Capitolio«. Tomado de larazon.es
Estupendo el artículo, amigo Javi. Cuando se intenta, como bien dices, recluir las creencias a la esfera de lo privado… nos queda la red para hacernos presentes. Coincido contigo en la última afirmación: «cuando ya nada se nos permita…quedaremos nosotros»