
Adiós, Benedicto XVI

Un whatsapp de un amigo, recibido en medio de mi trabajo, me comunica el anuncio de la dimisión del Papa Benedicto XVI. Incrédulo, miro varias webs informativas. Aún así, hasta que no veo el video de su alocución, tiendo a pensar de que se trata de una falacia, una broma, un fake… qué sé yo.
No es ningún secreto de que, allá en el año 2005, durante él cónclave que le eligió sucesor de Pedro, mis preferencias personales no iban en esta dirección. Mi preferencia se dirigía, más bien, a un cierto cadenal latinoamericano.
Por varias razones esta Cuaresma que comenzamos en unos días, va a ser un camino de Fe. No creo que la renuncia del Papa suponga una convulsión en la Iglesia, por muy extraordinaria que sea esta insólita situación. Tampoco hablaré de costernación, horfandad y términos semejantes que he leido en boca de algunos más papistas que eclesiales. El Papa se va sereno y humilde, sorprendiendo a todos, y en esta decisión admiraré a un hombre que se supo instrumento de Dios hasta que ya no pudo serlo, y decidió dejar paso a otro que continuase con su misión con mejor salud.
Que el Espíritu Santo actúe en quienes pueden decidirlo, para que el próximo Papa sea el más adecuado a la tan difícil situación de crisis a todos los niveles que vivimos, tanto social como eclesialmente. Sea quien sea, no lo tiene nada fácil.
Texto leído en latín (traducido al castellano) por Benedicto XVI esta mañana, donde anuncia su dimisión:
Queridísimos hermanos,
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
Vaticano, 10 de febrero 2013
BENEDICTUS PP. XVI