Noche de reyes
El relato de la infancia de Mateo nos trae la imagen de unos magos (no entraré en el significado de esta palabra; no es propiamente el que habitualmente se le aplica) que vienen a adorar al niño Jesús recién nacido, trayéndole unos presentes (tres: oro, incienso y mirra). Básicamente, esto es lo que nos cuenta el evangelio.
El evangelio apócrifo del pseudo Tomás, el armenio de la infancia y las tradiciones populares añadieron que eran (al menos) tres, sus nombres, y que eran reyes y otros detalles menos conocidos.
Nuestra sociedad ha integrado la Navidad y sus simbolismos dentro de sus fiestas sociales, añadiendo parafernalia y, al final, vaciandola de contenido. La navidad descafeinada, la navidad sin Jesús, se celebra en los grandes almacenes y en las carrozas de la noche de reyes. La «muñecas de Famosa» ya no se dirigen al portal, que eso de hablar de Jesús en el pesebre ya está mal visto. La fe ha dejado paso a la «magia». Los magos ya no son el símbolo de la Humanidad que se acerca a adorar al Dios que se hace niño; ahora son reyes vestidos de lentejuelas que lanzan caramelos y poseen el don de la ubicuidad.