El papa de la paz
Tal día como hoy, pero hace 50 años, el actual beato Angelo Giuseppe Roncalli cambió de nombre cuando fue elegido, a los 77 años, papa Juan XXIII.
Su elección sorprendió al mundo: era mayor y de talante sencillo. Parecía que los padres conciliares habían elegido un papa de transición, después del largo pontificado de Pío XII, su antecesor.
Juan XXIII supuso una revolución en la iglesia de los años sesenta: «Ni los cardenales ni el resto de la Iglesia esperaban que el temperamento alegre, la calidez y la generosidad del papa Juan XXIII cautivaran los afectos del mundo de una forma en que su predecesor no pudo. Enseguida empezó una nueva forma de ejercer el papado. Fue el primero desde 1870 que ejerció su ministerio de obispo de Roma visitando personalmente las parroquias de su diócesis. Al cabo de dos meses de haber sido elegido, dio ejemplo de obras de misericordia: por Navidad visitó los niños enfermos de los hospitales Espíritu Santo y Niño Jesús; al día siguiente fue a visitar los prisioneros de la cárcel Regina Coeli. En su primera medida de gobierno vaticano, que le enfrentó con el resto de la curia, redujo los altos estipendios (y la vida de lujo que, en ocasiones, llevaban los obispos y cardenales). Asimismo, dignificó las condiciones laborales de los trabajadores del Vaticano, que hasta ese momento carecían de muchos de los derechos de los trabajadores de Europa, además retribuidos con bajos salarios. Por primera vez en la historia nombra cardenales indios y africanos«.
Pero, sin duda, su gran aportación a la Iglesia fue la convocatoria de un nuevo Concilio Ecuménico, que anunció a tan sólo tres meses después de su elección, ante la sorpresa de todo el mundo. Comenzaba así a gestarse el Concilio Vaticano II.
Fue un papa eminentemente pastoral: «Desde la apertura del Concilio, el papa Juan XXIII indica la precisa orientación de los objetivos: no se trataba de definir nuevas verdades ni condenar errores, sino que era necesario renovar la Iglesia para hacerla capaz de transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos (un «aggiornamento»), buscar los caminos de unidad de las Iglesias cristianas, buscar lo bueno de los nuevos tiempos y establecer diálogo con el mundo moderno centrándose primero «en lo que nos une y no en lo que nos separa«.
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Recordémosle hoy como el papa bueno, sonriente, afable y cercano que fue, con una anécdota sacada de una de sus muchas biografías:
«Siguiendo sus costumbres de Venecia, Juan XXIII, desde el comienzo de su pontificado, solía pasear un buen rato todas las tardes. Lo hacía por los jardines vaticanos. Ante la propuesta de los funcionarios del Vaticano de que ‘había que hacer algo, tal vez cerrar la cúpula a los turistas para que no vean el paseo del Papa’, respondió con mucha tranquilidad, preguntando a su vez: ‘¿Y por qué hay que hacer algo? ¿Por qué hay que cerrar la cúpula?’ Aquellos hombres le contestaron: ‘Santidad, es que todos os verán.’ Ante esta respuesta, Juan XXIII pensó un poco y les dijo: ‘No se preocupen. Les prometo a ustedes que no haré nada que pueda escandalizarlos’.»