El Papa de los Pobres
A las siete y pico de la tarde mi teléfono móvil comenzó a pitar prácticamente ininterrumpidamente. Yo estaba corrigiendo algunos textos para «Somos Vicencianos» cuando mis amigos comenzaron por el Whatsapp, el Line y las redes sociales a publicar mensajes sobre la fumata blanca.
Como muchos millones de creyentes encendí la televisión y seguí las noticias y comentarios de los periodistas que esperaban el «habemus papam». Cuando nombraron al elegido Jorge Mario Bergoglio me quedé pensando, supongo que como muchos, «¿y éste quién es?». Ciertamente no estaba entre los papables. Tanto es así que los periodistas que nos comentaban los eventos en vivo comenzaron a rebuscar entre sus notas para ver si encontraban algunos datos sobre el nuevo elegido.
Primer, latinoamericano, primer jesuíta. Hasta el nombre elegido para su pontificado es significativo: Francisco. Sea por san Francisco de Asís, sea por san Francisco Javier, ambas figuras simbolizan valores que en la Iglesia de hoy son, más que nunca, necesarios.
Debo reconocer que me ha impresionado su humildad y sencillez. En los apenas 15 minutos de presencia en el balcón tuvo gestos llenos de significado:
—El salir vestido con una sencilla sotana blanca y una sencilla cruz de ¿hierro, bronce, plata? al cuello, lejos del boato y la ostentación.
—El poner la oración, desde el primer momento, en el centro de su discurso: oración por Benedicto XVI, oración de los fieles por el nuevo Papa, oración por el Pueblo de Dios.
—El pedir a los presentes que orasen unos instantes por él, humildemente inclinado ante el Pueblo de Dios que reza pidiéndole a Dios que ayude al nuevo Papa.
—Sus palabras sencillas, humildes, llenas de cercanía, sin grandes discursos ni altisonantes circunloquios:
«Hermanos y hermanas, buenas tardes.
Como sabéis, el deber de un cónclave es dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo… pero estamos aquí.
Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene su Obispo: gracias.
Antes de todo, quisiera rezar por nuestro obispo emérito, Benedicto XVI. Recemos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo custodie.
(En ese momento el papa recita junto a los fieles presentes en la plaza de san Pedro el Padrenuestro, el Ave María y el Gloria al Padre)
Y ahora, comenzamos este camino: obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad todas las iglesias. Un camino de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros. Pidamos siempre por nosotros: los unos por los otros. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran hermandad. Os deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el que me ayudará mi cardenal vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad, tan bella.
Y ahora quisiera dar la bendición, pero antes os pido un favor: antes que el obispo bendiga al pueblo os pido que pidáis al Señor para que me bendiga. La plegaria del pueblo pidiendo la bendición para su obispo. Hagámoslo en silencio.
Ahora os daré la bendición, a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
(bendición)
Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por la acogida. Rezar por mi. Hasta pronto. Nos vemos pronto: mañana quiero ir a rezar a la Virgen, para que custodie a toda Roma.
Buenas noches y buen descanso».
En sus perfiles hablan de su sencillez, de que viajaba siempre en transporte público, que cuando arzobispo de Buenos Aires renunció a vivir en el palacio episcopal y se fue a vivir a un piso, que se hacía sus propias comidas, que era una persona cercana a los pobres y necesitados, un pastor bueno. Algunos hablan ya de un nuevo Juan XVIII. El tiempo lo dirá. Hoy por hoy, me alegro de que nuestro Papa tenga este perfil tan humano y rezaré para que el buen Dios le dé fuerza y años para suscitar un terremoto renovador en la Iglesia. Que falta hace.
Copio a continuación algunas de sus palabras, siendo aún Arzobispo de Buenos Aires:
Aborto
«El aborto nunca es una solución. Debemos escuchar, acompañar y comprender desde nuestro lugar a fin de salvar las dos vidas […] Se percibe una vez más que se avanza deliberadamente en limitar y eliminar el valor supremo de la vida e ignorar los derechos de los niños por nacer».
Clericalismo
«Los curas tendemos a clericalizar a los laicos. Y los laicos —no todos pero muchos— nos piden de rodillas que los clericalicemos porque es más cómodo ser monaguillo que protagonista de un camino laical. No tenemos que entrar en esa trampa, es una complicidad pecadora. (…) El laico es laico y tiene que vivir como laico con la fuerza del bautismo, (…) llevando su cruz cotidiana como la llevamos todos. Y la cruz del laico, no la del cura. La del cura que la lleve el cura que bastante hombro le dio Dios para eso».
Crisis y neoliberalismo
«La crisis económico-social y el consiguiente aumento de la pobreza tiene sus causas en políticas inspiradas en formas de neoliberalismo que consideran las ganancias y las leyes de mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad de las personas y de los pueblos»
Derechos humanos
«Los derechos humanos se violan no solo por el terrorismo, la represión, los asesinatos… sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y estructuras económicas injustas que originan las grandes desigualdades».
Desigualdad
«Hay que indignarse contra la injusticia de que el pan y el trabajo no lleguen a todos […] Qué triste es cuando uno ve que podría alcanzar perfectamente para todos y resulta que no […] En la vida hay muchos que tiran cada uno para su lado, como si uno pudiera tener una bendición para él solo o para un grupo. Eso no es una bendición, sino una maldición. Y fíjense qué curioso, el que tira para su lado y no para el bien común suele ser una persona que maldice: que maldice a los otros y que maldice las cosas. Las dice mal, miente, inventa, dice la mitad»
Deuda social
«La deuda social es una violación al derecho de desarrollar una vida plena, activa y digna en un contexto de libertad, igualdad de oportunidades y progreso social. Es la violación de un derecho. Y el fundamento ético a partir del cual se ha de juzgar la deuda social como inmoral, injusta e ilegítima radica en el reconocimiento social que se tiene acerca del grave daño que sus consecuencias generan sobre la vida y, por lo tanto, sobre la dignidad humana. Su mayor inmoralidad, dicen los obispos argentinos, reside en el hecho de que esto ocurre en una nación que tiene condiciones objetivas para evitar o corregir tales daños, pero que lamentablemente pareciera optar por agravar aún más las desigualdades. Esta deuda queda entablada entre quienes tienen la responsabilidad moral o política de tutelar y promover la dignidad de las personas y sus derechos y aquelas partes de la sociedad que ven vulnerados sus derechos».
Esclavitud y trata de seres humanos
«Buenos Aires es una fábrica de esclavos y una picadora de carne (…) ¡Por favor, no nos lavemos las manos, porque si no somos cómplices de esta esclavitud! (…) Hay esclavos que fabrican estos señores que están a cargo de la trata. Buenos Aires es una picadora de carne que destroza la vida de estas personas y les quiebra su dignidad».
«La esclavitud no está abolida. En esta ciudad (de Buenos Aires) está a la orden del día. Aquí se explota a trabajadores en talleres clandestinos, y si son emigrantes se les priva de la posibilidad de salir de ahí. En esta ciudad hay chicos en situación de calle, desde hace años. Hay muchos y esta ciudad fracasó y sigue fracasando en librarnos de esa esclavitud estructural que es la situación de calle. Se somete a mujeres y a chicas al uso y al abuso de su cuerpo».
Justicia social
«El que duerme en la calle no se ve como persona sino como parte de la suciedad y abandono del paisaje urbano, de la cultura del descarte, del ‘volquete’»
Hipocresía respecto al bautismo
«En nuestra región eclesiástica hay presbíteros que no bautizan a los chicos de las madres solteras, porque no fueron concebidos en la santidad del matrimonio […] Estos son los hipócritas de hoy. Los que clericalizaron a la Iglesia. Los que apartan al pueblo de Dios de la salvación»
Laicismo
«Al hacer como si Jesucristo no existiera, al relegarlo a la sacristía y no querer que se meta en la vida pública, negamos tantas cosas buenas que el cristianismo aportó a nuestra cultura, haciéndola más sabia y justa; a nuestras costumbres, haciéndolas más alegres y dignas»
Salir
«Debemos salir de nosotros mismos, ir a la periferia. Se debe evitar la enfermedad espiritual de la Iglesia autoreferencial: cuando lo es, la Iglesia se enferma. Es verdad que saliendo por el camino, como le ocurre a cualquier hombre o mujer, pueden ocurrir accidentes. Pero si la Iglesia permanece cerrada en sí misma, autorreferencial, envejece. Y entre una Iglesia accidentada que sale por el camino y una Iglesia enferma de autorreferencia no tengo ninguna duda: prefiero la primera.
Buscamos el contacto con las familias que no frecuentan la parroquia. En lugar de ser sólo una Iglesia que acoge y que recibe, tratamos de ser una Iglesia que sale de sí misma y va hacia los hombres y las mujeres que no la frecuentan, que no la conocen, que se han ido, que son indiferentes. Organizamos misiones en las plazas, en las que se reúne mucha gente: rezamos, celebramos la misa, proponemos el bautismo y lo administramos tras una breve preparación».
Vanidad
«Ser un cardenal es un servicio, no un título honorífico. La vanidad, el jactarse de uno mismo, es una expresión de la mundanidad espiritual, que es el peor pecado en la Iglesia».
Violencia
«Ya sabemos que el que sale a la calle necesita protección. Pedimos protección ante la inseguridad que produce tanta violencia desatada en nuestra sociedad».