Menú

Luces en la noche

Luces en la noche

Como otros ciento y pico viajeros, tomo el avión el lunes por la noche, de Madrid a Bilbao, de regreso de otro de mis viajes relámpago por el extranjero. Esta vez viajando con Iberia y teniendo que hacer tránsito en la hace pocos años estrenada Terminal 4 del aeropuerto de Madrid. La noche me encuentra sobrevolando nuestra piel de toro y divisando abajo innumerables puntos de luz que se van iluminando a la par que la luz natural desaparece. Con ganas de llegar a casa, miro por la ventanilla, divisando los fascinantes dibujos que las luces amarillentas hacen contra el fondo prácticamente negro, y dos pensamientos me vienen a la cabeza.

El primero: ¿cuántas de esas luces son realmente necesarias? Muchas seguramente iluminan zonas despobladas a esas horas, zonas industriales o tramos de carretera poco utilizados. En estos tiempos en los que el calentamiento global y el espolio de los recursos naturales están al orden del día, da que pensar que haya tantos focos de energía encendidos sin una utilidad clara; sin duda un elevado porcentaje de ellas están ahí, prendidas, sin necesidad. Y, sea como sea, seguramente habrá sistemas más eficientes para que se enciendan y apaguen cuando realmente sea necesario.

Mi segundo pensamiento tiene que ver con las personas que me rodean: un buen número de ejecutivos y profesionales que, muy posiblemente, han realizado su jornada laboral en Madrid y regresan a Bilbao, a sus hogares, aún vestidos con traje y corbata. Cientos de vidas que se entrecruzan en un viaje en la noche, sin tener más contacto que el compartir asientos en un incómodo avión, para separarse, apenas minutos después de haberse encontrado, cuando el avión llega a su destino. ¿Cómo serán sus vidas? ¿Cuáles serán sus metas e ideales? ¿Quién les espera a su regreso, que asuntos les llevaron a la capital del reino? Y también, ¿conocen al Dios que tanto les quiere, es importante en su vida? Preguntas fugaces que se quedan sin respuesta.

Una chica joven, sentada a mi lado, se persignó nada más que el vuelo entró en pista en Madrid. Un gesto que me recordó también otros: mi madre haciendo lo propio cuando salía de casa, o una breve oración que solemos hacer cuando algún acompañante viaja conmigo durante un viaje más o menos largo en coche. Signos, pequeñas y fugaces oraciones que, más o menos inconscientemente, ponen en manos de Dios nuestra vida y piden su protección.

Mis piernas son demasiado grandes para casi todos los asientos de los aviones, pero en este caso aún lo he notado más.  Llegué a casa cansado y adormecido después del incómodo viaje, y me fui directo a la cama. Mañana —hoy, en realidad— será un nuevo día, nuevos retos, nuevos trabajos, nuevas alegrías y tribulaciones… Y, como todos los días, un primer pensamiento pidiéndole a Dios su presencia en este nuevo día, y agradeciéndole todo lo que me da y hace por mí.

Sobre el autor

Javier

Laico vicenciano, afiliado a la Congregación de la Misión y miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Gestiona y mantiene varias páginas web cristianas y vicencianas, incluida la Red de Formación "Somos Vicencianos", de la que es cofundador. Es también coordinador de la Comisión de Comunicaciones Internacional de la Familia Vicenciana. Como músico católico, ha editado varios discos. Es director y cofundador de Trovador, una reconocida compañía discográfica católica de España. Graduado en la Universidad Oberta de Catalunya con cuatro grados (Asistente de dirección, Gestión Administrativa, Recursos Humanos y Contabilidad Avanzada). Bilíngüe Español/Inglés. Trabaja en las Tecnologías de la Información, ofreciendo servicios de alojamiento, diseño y mantenimiento Web, así como asesoramiento, formación y soluciones informáticas, gestión documental y digitalización de textos, edición y maquetación de libros, revistas, flyers, etc.

Comentar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.