La Partícula de Dios
Hace apenas 30 años los chavales estudiaban el protón, electrón, neutrón y (como mucho) fotón como las partículas elementales que forman este tejido material que llamamos Universo. No es que entonces estuviese la ciencia tan atrasada que no se conociese más, pero este conocimiento aún no había llegado a la educación básica, o se suponía tan oscuro que resultaba ininteligible para las mentes infantes.
Sí que es cierto que, en esta materia, ha habido muchos avances en las últimas décadas. Hoy del mapa de las partículas elementales han salido aquéllas mencionadas, y los protones y neutrones han dejado paso a otras con exóticos nombres: fermiones, leptones, quarks, bosones, gluones, etc… un complejo mapa de centenares de elementos con características exóticas como sabor, generación…
Ayer saltó a las rotativas el anuncio de la (probable) existencia de una de esas partículas, el ya famoso bosón de Higgs, gracias a un experimento en el famoso acelerador del Centro Europeo de Física de Partículas. El director general del Centro Europeo de Física de Partículas (CERN), Rolf Heuer, confirmó que este centro de investigación había descubierto una nueva partícula muy similar a lo que se cree es el «bosón de Higgs». Esto supone un avance fenomenal «en nuestra comprensión de la naturaleza», declaró Heuer, quien calificó como «histórico» el hallazgo.
Para entender la importancia del bosón de Higgs dentro del modelo estándar hay que pensar en las características teóricas de esta partícula: la teoría desarrollada por Higgs (y otros) daba a esta partícula la capacidad de dotar de masa al resto de partículas elementales. Por lo tanto, el bosón de Higgs juega una labor fundamental en la construcción del Universo tal y como lo conocemos, y de ahí su importancia y el adjetivo que le pusieron: «la partícula de Dios».
Algunos informativos, cuyos redactores son demasiadas veces no muy dados a entender lo que cuentan, han dicho que el bosón del Higgs es la partícula del origen de la vida. Un salto al vacío del redactor, que no ha entendido nada de lo que es, y que ha buscado el titular explosivo y la explicación sencilla al «mote» puesto. La unión de una partícula con Dios parece que nos lleva inevitablemente a la vida.
Lo cierto es que el bosón de Higgs explica, como hemos dicho, la masa del Universo. Sin entrar en explicaciones y simplificando, digamos que «dota» de masa a otras partículas a las que se asocia. Por lo tanto está en el origen del Universo que conocemos, del polvo, las estrellas, de toda la materia visible que está formada por aquellos ladrillos elementales.
Algunos han querido llevar este tema a la reflexión religiosa — teológica. Otro salto al vacío.
Es fascinante ver los avances en la comprensión del Universo por parte del hombre. Fascinante el reto de «aprehender» el tejido de la realidad, de conocer sus leyes y relaciones. El reto para el futuro es, aún, enorme. El hombre apenas comprende una fracción de este universo complejo y vasto que, como creemos los creyentes, fue un regalo de Dios.
Aún somos niños arañando la superficie: comenzamos tímidamente a comprender una pequeñísima fracción de la realidad, y mucho camino queda por delante. Pequeñísima, digo, pues la misma comunidad científica admite que el universo se compone, posiblemente en un 95%, de materia oscura y energía oscura. ¿Qué son? No tenemos ni idea. Por ahora, sólo un concepto sin demasiado contenido. Pero la humanidad seguirá avanzando en la comprensión, algo que es sin duda bueno, y en este avance esperamos que se haga realidad aquella frase de Jesús: «y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» (Jn 8,32)