La Iglesia no es un museo de antigüedades
No pensaba continuar con mi post anterior, pero me animo a escribir un par de reflexiones más después de recibir ayer dos llamadas telefónicas de un par de amigos, con sendos pensamientos que me dieron para un ratillo:
La primera, de un amigo semi-creyente, de los que nadan entre la creencia en Dios, la admiración por Jesucristo y el completo rechazo a la institución eclesial, digamoslo así, jerárquica. La frase, más o menos, ésta: «Más que a un Papa, a la Iglesia le conviene elegir a un papá«. Tan solo un acento de diferencia, pero un trasfondo rico e interesante: más que un gobernante, un líder; más que un jefe, un pastor; más que una jerarquía, una familia… cada cual que añada lo que quiera. El sentido, creo, queda claro.
La segunda llamada, de otro amigo, creyente y formado en su fe, que me recordó de memoria una frase de Juan XXIII, que no he podido o sabido ubicar correctamente, pero que, al parecer lo que dijo el venerable Papa fue: «La Iglesia no es un museo de antigüedades sino un jardín lleno de vida». Más allá de la frase y su poética-profética-utópica visión de la Iglesia, siempre es reconfortante el traer a la memoria a Juan XXIII, al Papa bueno, al que inició el camino del Concilio Vaticano II apenas tres meses después de ser elegido Papa. Juan XXIII fue elegido, entonces, como un Papa de «corto recorrido», de transición, como se suele decir. Tenía 77 años cuando fue elegido. Muy mayor ya para esperar nada sorprendente… ¡y la que montó!
Nada más por el momento… veremos qué es lo que nos traen las reflexiones cardenalicias en muy pocas semanas.