Doce mitos sobre el hambre en el mundo
Aunque éste es un artículo que ya tiene 10 años, pienso que es bueno recuperarlo para nuestra reflexión.
Es la traducción del breve resumen preparado por Food First, Institute for Food and Development Policy (Oakland, California, USA) del libro «World Hunger: Twuelve Myths«, Segunda Edición, de Frances Moore Lappé, Joseph Collins y Peter Rosset con Luis Esparza. Grove Press y Food First Books, Octubre 1998.
Mito 1: No hay suficientes alimentos para todos.
Realidad: Abundancia, no escasez, es lo que mejor describe la disponibilidad de comida en el mundo. Se producen suficiente trigo, arroz y otros granos para proveer a cada ser humano 3.500 calorías al día. Esto, sin considerar siquiera muchos otros alimentos consumidos comúnmente, como vegetales, frijoles, nueces, tubérculos, frutas, carnes o pescados. Hay suficientes alimentos disponibles para proveer por lo menos 2 kilos de comida por persona al día en todo el mundo: 1.100 gramos de grano, de frijoles y nueces, alrededor de 500 gramos de frutas y de vegetales y casi 500 gramos de carne, leche y huevos. Suficiente para hacer engordar a casi todo el mundo. El problema es que mucha gente es muy pobre para comprar los alimentos que hay disponibles. Inclusive muchos de los «países con hambre» tienen suficiente comida para toda su población en este momento. Muchos de ellos son exportadores netos de alimentos y de otros productos agrícolas.
Mito 2: La naturaleza es culpable de la hambruna.
Realidad: Es muy fácil culpar a la naturaleza. Fuerzas creadas por los seres humanos están haciendo a la gente cada vez más vulnerable a los caprichos de la naturaleza. Hay siempre comida disponible para aquellos que puedan pagarla y la hambruna, en los tiempos difíciles golpea solamente a los más pobres. Millones viven al borde del desastre en el sur de Asia, África y otras partes, porque fueron despojados de sus tierras por una minoría poderosa, y están atrapados permanentemente por la presión de las deudas o recibiendo salarios miserables. Los eventos naturales rara vez explican las muertes; ellos son simplemente el empujón final sobre el abismo. Instituciones y políticas, hechas por seres humanos, determinan quiénes comen y quiénes pasan hambre en los tiempos difíciles. Asimismo, en los Estados Unidos, muchos de los que no tienen casa mueren de frío cada invierno y a pesar de esto la responsabilidad última no la tiene el clima. Los reales culpables son una economía incapaz de ofrecer a todos oportunidades y una sociedad que coloca la eficiencia económica por encima de la compasión.
Mito 3: Hay demasiada gente.
Realidad: las tasas de nacimiento están decreciendo rápidamente en todo el mundo. En algunas regiones del Tercer Mundo se empieza a tener una transición demográfica cuando las tasas de crecimiento caen como respuesta a una caída en las tasas de mortalidad. Aunque el rápido crecimiento de la población sigue siendo una seria preocupación en muchos países, en ninguna parte la densidad de la población explica el hambre. Por cada país densamente poblado y con problemas de hambre como Bangladesh, encontramos países como Nigeria, Brasil o Bolivia, donde abundantes recursos alimentarios coexisten con el hambre. Costa Rica, únicamente con la mitad de hectáreas de cultivo por persona de Honduras, tiene una expectativa de vida (uno de los indicadores de nutrición) once años superior a la de Honduras y muy cerca de la de los países desarrollados.
El rápido crecimiento de la población no es la causa originaria del hambre. Como el hambre misma, resulta de las desigualdades básicas que despojan a las personas, especialmente a las mujeres pobres, de oportunidades económicas y seguridad. El rápido crecimiento de la población y del hambre son endémicos a las sociedades donde la propiedad de las tierras, los trabajos, la educación, el cuidado de la salud y la seguridad de las personas de la tercera edad están fuera del alcance de la mayoría de las personas. Aquellas sociedades del Tercer Mundo con éxitos impresionantes y rápidas reducciones de la tasa de crecimiento de la población como China, Sri Lanka, Colombia, Cuba y el estado de Kerala en la India, demuestran que la vida de los pobres, especialmente de las mujeres pobres, debe mejorar antes de que pueda escoger tener menos hijos.
Mito 4: Más alimentos a costa del medio ambiente.
Realidad: Debemos estar alarmados de que la crisis del medio ambiente está disminuyendo los recursos para la producción de alimentos, pero el tener que escoger entre nuestro medio ambiente y la necesidad del mundo por alimentos no es inevitable. Los esfuerzos por alimentar a los hambrientos no están causando la crisis ambiental. Grandes corporaciones son las principales responsables de la deforestación porque crean y se benefician de la demanda de maderas tropicales y alimentos exóticos o fuera de estación para los consumidores de los países desarrollados. La mayoría de los pesticidas usados en el Tercer Mundo son aplicados a los cultivos de exportación, que juega un rol muy pequeño en la alimentación de los hambrientos, mientras que en los Estados Unidos estos son utilizados para darle una impecable apariencia cosmética a los productos, sin ninguna mejoría en su valor nutricional.
Existen alternativas en este momento y muchas más son posibles. El éxito de los agricultores orgánicos en los Estados Unidos, ofrece una idea de las posibilidades. El éxito reciente de Cuba al superar su crisis alimentaria a través de autoabastecimiento y de una agricultura sostenible y casi totalmente libre de pesticidas, es otro buen ejemplo. Realmente, alternativas agrícolas ecológicamente sustentables pueden ser más productivas que las que destruyen el medio ambiente.
Mito 5: La Revolución Verde es la respuesta.
Realidad: Los avances productivos de la Revolución Verde no son un mito. Gracias a las semillas mejoradas, muchos más millones de toneladas de granos están siendo cosechadas por año. Pero enfocándose solamente en el incremento de la producción no puede aliviar el hambre porque falla en la alteración de la apretada concentración de la distribución del poder económico que determina quienes pueden comprar los alimentos adicionales. Es por esto que en varios de los países en que los que ha tenido mayores éxitos la Revolución Verde (India, México y las Filipinas) la producción de granos y en algunos casos las exportaciones han aumentado, mientras que el hambre ha persistido y la capacidad productiva de los suelos a largo plazo se ha degradado. Ahora debemos combatir las amenazas de una «Nueva Revolución Verde» basada en la biotecnología, la cual amenaza con acentuar mucho más las desigualdades.
Mito 6: Las fincas más grandes son las más eficientes.
Realidad: Grandes propietarios que controlan gran parte de las mejores tierras con frecuencia dejan muchas de ellas improductivas. Sistemas injustos de producción, dejan las tierras agrícolas en manos de los productores más ineficientes. En contraste, pequeños agricultores normalmente obtienen entre cuatro y cinco veces más rendimiento por hectárea, en parte porque trabajan sus tierras en una forma más intensiva y emplean sistemas productivos integrados, y con frecuencia más sostenibles. Sin una posesión segura, muchos millones de campesinos en el Tercer Mundo tienen poco incentivo para invertir en mejorar las tierras, hacer rotación de cultivos, o dejar tierras en descanso para favorecer la fertilidad a largo plazo. El futuro de la producción alimentaria no está amenazado. Por otro lado, la redistribución de tierras puede favorecer la producción. Reformas agrarias integrales han incrementado notablemente la producción en países tan diversos como Japón, Zimbabwe y Taiwan. Un estudio del Banco Mundial del nordeste del Brasil, estima que redistribuyendo las tierras en pequeñas parcelas se incrementaría la producción hasta en un sorprendente 80 por ciento.
Mito 7: El libre mercado puede terminar con el hambre.
Realidad: Desafortunadamente, la fórmula: «el mercado es bueno, el gobierno es malo» nunca puede ayudar a dirigir los esfuerzos hacia las causas del hambre. Esta posición dogmática nos lleva a pensar equivocadamente que una sociedad puede optar por uno o por otro, cuando de hecho toda economía en el mundo combina el mercado y el gobierno en la designación de recursos y distribución de bienes. De todas maneras, las eficiencias maravillosas del mercado solamente pueden trabajar para eliminar el hambre, cuando el poder de compra esté ampliamente repartido. Entonces todos aquellos que creen en la inutilidad del mercado y en la necesidad de terminar con el hambre deben concentrarse en la promoción no en el mercado, sino en los consumidores. En esta tarea, el gobierno tiene un rol muy importante contrarrestando la tendencia hacia la concentración económica, a través de impuestos reales, créditos y reformas agrarias para distribuir el poder de compra hacia los pobres. Las recientes tendencias hacia la privatización y desregulación no son definitivamente la respuesta.
Mito 8: El comercio libre es la respuesta.
Realidad: La fórmula de promoción del comercio ha probado ser uno de los peores fracasos para aliviar el hambre. En casi todos países del Tercer Mundo las exportaciones se han incrementado mientras que el hambre continua e inclusive ha empeorado. Mientras que las exportaciones de soja se han incrementado en Brasil (para alimentar el ganado Japonés y Europeo) el hambre se ha ampliado de un tercio a dos tercios de la población. En donde la mayoría de la población ha sido empobrecida tanto que no pueden comprar los alimentos producidos en las tierras de su propio país, aquellos que controlan los recursos productivos orientan su producción a los mercados más lucrativos en el exterior. La producción de cultivos de exportación ocupa el lugar de la producción de alimentos básicos. Las políticas en favor del comercio como NAFTA y GATT pone a competir a las clases trabajadoras de diferentes países unos contra otros, en condiciones desfavorables, donde las bases de competencia son: quien trabajará por menos pago, sin un cubrimiento adecuado de salud o sin un mínimo de condiciones ambientales. México y los Estados Unidos son un ejemplo relevante: desde que empezó el TLC se ha tenido una pérdida neta de 250,000 trabajos en USA, mientras en México se han perdido 2 millones de empleos y el hambre está aumentando en los dos países.
Mito 9: Demasiado hambrientos para poder luchar por sus derechos.
Realidad: Bombardeados por imágenes de personas pobres, muy débiles y pasando hambre, hemos perdido de vista lo obvio: para aquellos con pequeños recursos la simple supervivencia requiere de un esfuerzo tremendo. Si los pobres fueran verdaderamente pasivos, muy pocos de ellos podrían sobrevivir. Alrededor del mundo, desde los Zapatistas en Chiapas, México, hasta el movimiento de los agricultores en India, en cualquier parte donde la gente esta sufriendo innecesariamente, se encuentran movimientos que quieren cambiar las cosas. Los pueblos se alimentarán por si mismos, si se les permite hacerlo. No es nuestro trabajo arreglar las cosas para los otros. Nuestra responsabilidad es remover los obstáculos de su camino, obstáculos creados con frecuencia por grandes corporaciones y las políticas de Estados Unidos, el Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Mito 10: Más ayuda de los EEUU ayudará contra el hambre.
Realidad: Casi todas las ayudas de los EE.UU. trabajan empeorando el hambre. La ayuda extranjera únicamente puede reforzar, y no cambiar, el «statu quo». Donde los gobiernos responden únicamente a las élites, la ayuda de EE.UU. no sólo falla en alcanzar a las personas con hambre, también soporta las propias fuerzas que están trabajando en contra de ellos. La ayuda desde Estados Unidos es usada para imponer libre intercambio y libres políticas de mercado, para promover los exportaciones a expensas de la producción de alimentos y para proveer armamentos que los gobiernos represivos usan para permanecer en el poder. Inclusive la ayuda de emergencia, o humanitaria, que alcanza solamente el 5 por ciento del total, con frecuencia termina enriqueciendo a las compañías estadounidenses de granos mientras fracasa en llegar a aquellos con hambre y puede disminuir peligrosamente la producción local de alimentos en el país que la recibe. Sería mejor utilizar el presupuesto de ayuda internacional de EEUU para aliviar incondicionalmente la deuda, ya que es el peso de la deuda externa lo que está forzando a muchos países del Tercer Mundo a hacer recortes en los servicios básicos de salud, educación y programas de lucha contra la pobreza.
Mito 11: Nosotros nos beneficiamos de su pobreza.
Realidad: La más grande amenaza al bienestar de la gran mayoría de Estadounidenses no es el avance del hambre pero si el continuo despojo de los hambrientos. Los bajos salarios (tanto en los otros países como en EE.UU.) pueden significar bananos, camisetas, computadores y comidas rápidas más baratas para muchos estadounidenses, pero de otra forma en EE.UU. se paga un precio muy alto por el hambre y la pobreza. La pobreza impuesta en el Tercer Mundo amenaza los trabajos, salarios, y las condiciones de trabajo en EEUU ya que las corporaciones buscan mano de obra mas barata en el exterior. En una economía global, lo que los trabajadores estadounidenses han conseguido en empleo, niveles salariales, y en sus condiciones de trabajo, pueden ser protegidos únicamente cuando las clases trabajadoras en cada país son liberadas de la desesperación económica.
En los EEUU, políticas como la reforma al sistema de beneficencia lanzó más gente al mercado de la que éste puede absorber (a los niveles mínimos de la escala salarial en el caso de los trabajos de servicio público requerido a los beneficiarios del sistema) lo cual ejerce presión en los salarios de aquellos que se encuentran en los rangos altos de la escala de empleos. Los crecientes números de «trabajadores pobres» son aquellos que tienen trabajos con salarios bajos de medio tiempo o tiempo completo y sin embargo no tienen con que adquirir una adecuada alimentación o habitación para sus familias. Educándonos acerca de los intereses comunes que muchos estadounidenses comparten con los pobres del Tercer Mundo y en los EEUU, nos permite ser compasivos sin caer en la lástima. Trabajando para despejar el camino por el que los pobres puedan liberarse ellos mismos de la opresión económica, nos libera también a nosotros.
Mito 12: Restringir la libertad para acabar con el hambre?
Realidad: No hay razón teórica o práctica para que la libertad, asumida para significar libertades civiles, sea incompatible con terminar con el hambre. Examinando el mundo, no vemos correlación entre el hambre y las libertades civiles. Sin embargo, una estrecha definición de libertad (el derecho a la acumulación ilimitada de propiedad productora de riqueza y el derecho a utilizar esa propiedad de la cualquier manera que a uno le parezca) está en conflicto fundamental con la tarea de acabar con el hambre. En contraste, una definición de libertad más consistente con la visíon fundante de la nacionalidad estadounidense sostiene que la seguridad económica para todos es la garantía de la libertad para todos sus ciudadanos. Esta comprensión de la libertad es esencial para acabar con el hambre.