La mala baba
Miro prácticamente a diario tres o cuatro periódicos, varias páginas Webs de información religiosa y 5 ó 6 páginas de blogs cristianos de muy diversa sensibilidad y trascendencia, y no sólo en el ámbito católico. A mala gana reviso también algunas páginas que son más beligerantes, tanto por el lado, digamos, «conservador» como el «progresista«, sobrevolando la gran mayoría de veces los titulares y centrándome en lo que me parece interesante. Dedico unos 15 ó 20 minutos a esta tarea cada día, pues considero que es importante estar informados de los que pasa, tanto en el mundo como en la comunidad eclesial. Me suelo centrar más en ciertos temas (lo que me parece más nuclear en la vida de la Iglesia y en la lucha por los Derechos Humanos, los problemas sociales, etc…).
Procuro realizar una lectura «de contraste», pues a veces uno se pregunta si informan de lo mismo cuando varios medios comentan la misma noticia. Luego, saco, como todos, mis propias conclusiones.
Lo que no deja de sorprenderme es «la mala baba», esa mala leche que ni siquiera es graciosa, ante temas, digamos, opinables, que están abiertos a la interpretación y no pertenecen, por decirlo a lo bruto, al «Credo de los Apóstoles».
En el universo católico de Internet, algunos recurren al insulto zafio, a la palabra descalificadora «porque sí», e incluso se adjudican el derecho de echar de la Iglesia a quien no opina como ellos. Normalmente veremos este tipo de actitudes cuando se opina de la Jerarquía, de la Iglesia institucional o de su Magisterio, y también sobre el sacerdocio femenino, los homosexuales, los preservativos y, en general, lo moral o, más concretamente, lo que va en contra de la moral tradicional.
Esta mala baba sólo me indica que hay personas que viven amargadas y, a nivel religioso, personas que su único sustento es «lo que diga el Papa» y que, hasta en los temas más nimios, no admiten la más mínima interpretación más allá de lo oficial.
La teología se reduce, para ellos, en la explicación de lo explicado por los obispos; la hermenéutica bíblica, lo que diga el cura; la vida caritativa de la Iglesia, poco más que llevar ropa a Cáritas y echar un euro en el cepillo; la evangelización, rezar por la conversión de los negritos… Es una caricatura, evidentemente, pero no sorprende encontrarse opiniones semejantes en los paseos por Internet.
Sobrevuelo estas páginas porque también son, de alguna manera, un material para mi reflexión cristiana, aunque sólo sea para decir «por ahí no«. No voy ni a indicar cuáles son, por obvias razones.
La mala baba no es buena. Al final, acaba ahogando a quien la produce. Hay que purgarla. No digo que no sea buena una cierta sorna, una ironía fina, una graciosa crítica de algunos aspectos que sorprenden. Ni tampoco la denuncia de lo injusto. Pero el ensañamiento y la bilis es metastático: un cáncer que acaba comiéndoselo todo.
«Señor, que sepa actuar, en todo lo que hoy me pase, tal y como Tú actuarías«. Es una brevísima oración que una anciana monjita me confió que rezaba todos los días nada más levantarse. Si esta fuera nuestra actitud, la de todos, los malos humores no pasarían de esporádicos catarros.