
Ya es Navidad (en todas partes menos en la Iglesia)

En mi ciudad ya se empiezan a barruntar los adornos navideños en algunas calles; también, los supermercados han comenzado a sacar los turrones y demás postres navideños, y las empresas comienzan a calentar los motores para otra campaña publicitaria de consumo y exceso para las fiestas de fin de año. Sí, de fin de año, pues llamarlas cristianas es otro exceso más.
Hace no mucho leía una peregrina propuesta de cambiar los nombres de las fiestas cristianas que recorren el calendario por nombres «laicos»; así, la Navidad pasaría a ser la fiesta del solsticio de invierno, Semana Santa las fiestas de primavera, el 12 de Octubre la fiesta nacional, etc… A todos los efectos la sociedad lo vive así ya, así que ¿por qué no cambiar el nombre?
Ahora comienza a ser, dos meses antes, Navidad (y ni siquiera hemos llegado a Adviento…) en nuestro entorno. ¿Habrá sitio para el pequeño de Belén, o seguirán siendo más importantes las muñecas de Famosa que se dirigen al portal? ¿Habrá sitio para una auténtica solidaridad o nos conformaremos con algún que otro telemaratón?¿Se trabajará por una paz basada en la justicia o seguirán moviendo las multinacionales los hilos de la pobreza? ¿Nos preocuparán, viendo al nacido hijo de Dios, las decenas de miles de muertes por hambre en todo el mundo, cada día, o seguiremos dándole vueltas a la gripe A y su espiral económica de vacunas y alarmismos?
Dicen que el cristiano es un ser lleno de esperanza, pero, una vez más, mi escepticismo me puede. ¡Ay, Señor, que no caiga en más de lo mismo, también, estas navidades!