Aidioteces
La ministra Aido, la excelsa miembro del gobierno socialista, vuelve a regalarnos un poquito de su inmensa sabiduría en una entrevista que tuvo lugar ayer en la cadena SER. Para quien no se haya enterado: «el Consejo de Ministros dio este pasado jueves luz verde al proyecto de reforma de la Ley del Aborto por el que se pemitirá interrumpir libremente el embarazo en las primeras 14 semanas y se suprime el permiso paterno para que una joven mayor de 16 años pueda abortar«.
A preguntas de un escuchante, que le interrogaba sobre si un feto de 13 semanas es o no es un ser humano, la ministra responde: «Un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica«. Estas afirmaciones le han servido a Aído para ponerse en contra a los científicos que han tildado a la ministra de «ignorante y carente de razón». Para Mónica López Barahona, doctora en Ciencias Químicas y directora de la Cátedra de Bioética Jérôme Lejeune, «da igual que hablemos del cigoto, que el feto tenga 13 semanas, 22 o que el niño haya sido bautizado. No es una cuestión de tiempo, en todos los casos se trata de un ser humano».
La femenina Bibiana (Aído, que no Andersen… ¡todavía hay clases!) no habría afirmado semejante tautología si no tuviera buenas razones para hacerlo (¿o sí?). Se basa en un párrafo de la declaración de una decena larga de científicos (más una historiadora) que, en el manifiesto «En contra de la utilización ideológica de los hechos científicos», dicen:
Los datos científicos disponibles sobre las etapas del desarrollo embrionario son hechos objetivables, cuya interpretación y difusión han de estar exentas de influencias ideológicas o creencias religiosas. Por ello, denunciamos el reiterado uso del término “científico” al referirse a opiniones sobre las que ni la Genética, ni la Biología Celular ni la Embriología tienen argumentos decisorios. El momento en que puede considerarse humano un ser no puede establecerse mediante criterios científicos; el conocimiento científico puede clarificar características funcionales determinadas, pero no puede afirmar o negar si esas características confieren al embrión la condición de ser humano, tal y como se aplica a los individuos desarrollados de la especie humana. Esto entra en el ámbito de las creencias personales, ideológicas o religiosas.
Las contestaciones, evidentemente, no se han hecho esperar. La primera que leo, de Gregorio Salvador, miembro de la Real Academia Española de la Lengua, que dijo, ayer: «un feto es un ser humano desde el punto de vista etimológico, ya que es ser «porque existe» y humano al proceder del hombre «y no del mono o del caballo«. En declaraciones a Europa Press, este académico aseguró que «evidentemente que es un ser humano», ya que pertenece a la especie humana, así como una «potencial persona» hasta el momento en que nazca. Más aun, Gregorio Salvador advirtió de que «desde el momento de la concepción, en que se unen el espermatozoide y el óvulo, el humano empieza a ser». Esto no quita, añadió, para que cuando crezca se vuelva «inhumano» con comportamientos impropios de la condición humana.
Un oyente la preguntó si un feto de 13 semanas era un ser vivo. Fue cuando informó de que los fetos no forman parte de la especie humana a pesar de toda la literatura científica -demoledora e innumerable- que defiende esa realidad innegable. Intentó salir del atolladero horas después por medio de su Gabinete de Comunicación que aseguró que la ministra había hecho esas declaraciones, inspirándose en la información del «contramanifiesto al Manifiesto de Madrid titulado: «En contra de la utilización ideológica de los hechos científicos»».
Pero la realidad es que con la inhumanidad del feto que planteó Bibiana Aído expresó en público lo que siempre defendió en privado. No hace mucho, apenas un mes, la ministra se reunió con los representantes del Manifiesto de Madrid, documento suscrito por la inmensa mayoría de la élite científica del país, en el que se defiende que existe vida humana desde el momento de la concepción.
En esa reunión, dos eminentes catedráticos —Nicolás Jouve de la Barreda y César Nombela— fueron desgranando ante Aído las claves de la vida durante 40 minutos de exposición que la ministra cortó con la siguiente frase: «Para mí la vida humana no tiene ningún valor hasta el nacimiento». Los científicos se quedaron de piedra. Insistieron. La hablaron de que la carga genética de un ser humano ya se encuentra en su totalidad en el cigoto (el resultado de la unión del gameto masculino con el femenino) y acompaña al ser humano hasta su muerte. Que en el momento de la fecundación ya se sabe si el hombre será alto, bajo, rubio o moreno… De nuevo les interrumpió para espetarles: «Todo eso no es más que demagogia».